La filosofía siempre ha sido afán de comprender la realidad. El filósofo busca una explicación al mundo que le rodea, intenta comprenderlo y comprenderse a sí mismo dentro de él. Mas esta búsqueda no la vive el filósofo con indiferencia y desapego, sino con la urgencia de quien se siente arder en preguntas. El filósofo necesita comprender un mundo que se le presenta incomprensible, y lo necesita como el náufrago precisa de una tabla a la que agarrarse.
En este sentido, podemos aceptar que la filosofía es amor por el saber. Pero no un amor feliz y rutinario, sino un amor inevitablemente desgarrado, un amor no correspondido y siempre insatisfecho. Inalcanzable pero impostergable. La filosofía es desgarro, pero no desesperación; la filosofía es preocupación por el hundimiento, pero serenidad en medio de la tormenta.
La filosofía ha caído en el descrédito porque, en ocasiones, no ha sabido ser lo que realmente es. No ha buscado comprender la realidad, sino que le ha dado la espalda. No ha afrontado su tarea con pasión y sentido de su importancia, sino con frialdad burocrática. No se ha colocado en el ojo del huracán, sino que se ha resguardado en su torre de marfil.
La revista Lecturas de nuestro tiempo quiere cambiar esta situación haciendo que la filosofía sea lo que siempre ha sido: un sincero y apasionado intento de comprender lo que nos rodea. Este radical afán hermenéutico es lo que llamamos leer nuestro tiempo. La filosofía consiste en problematizar y cuestionar el presente, en llegar hasta sus cimientos y hacerlos temblar. Pero este apasionado afán es también anhelo de claridad, ensayo de solución y de salida a la crisis.
En definitiva, la revista Lecturas de nuestro tiempo considera que la filosofía no debe desentenderse de la realidad, sino que debe tomarla con fuerza en sus manos de fuego para calentarla, iluminarla, e incluso incendiarla.
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